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And Remember
"There is no dark side of the moon really. Matter of fact it's all dark."
"Affection is not rated from the heart: If love have touch'd you, nought remains but so, 'Redime te captum quam queas minimo.'" (Williams Shakespeare - Taming of the Shrew I,1)
Lejos de lo que podamos llegar a desear, he descubierto que no hay merecimientos en el amor... Es imposible que de la desigualdad surga la equidad. En los sentimientos ésta no existe, pero en el amor nos cuesta más reconocerlo. Podemos amar a una persona que no conocemos, pero no a una que nos ama. Decía Pascal que "el corazón entiende de razones que la [arrogante] razón desconoce". Quizá no podamos elegir de quien enamorarnos, pero los estímulos probablemente puedan reducirse a tres: "el aspecto físico" (todo lo exterior, la apariencia pero sin relación a otra cosa más que sí misma), "la personalidad" (es decir todo aquello que forma parte interna, interna en el sentido ajeno a todo lo que es el apsecto físico y sin relación con una tercera cosa) y finalmente "el resto" que se compone de lo ajeno al individuo en sí, pero está en relación con los demás individuos y las cosas como por ejemplo los bienes materiales, el estatus social, etc. Quizá por lo vasto (y lo precario de mi experiencia) sólo me limitaré a comentar algunos aspectos de los primero dos estímulos: *"El aspecto físico" del individuo no es de suyo lo más importante, pero importante al fin no se deja menospreciar. Nadie puede pretender amar a una persona sólo por el aspecto físico, y quienes lo hacen se engañan al creer que sólo con esto alcanza. *"La personalidad" lo compensa, y abarca todos esos aspectos que, al margen de lo físico, conforman la psicología del individuo. Ella diferencia a los valientes de los cobardes, a los capaces de los que no, etc... Todas y ninguna de estas cosas involucran, en definitiva al merecimiento... Sí así fuera, todos amaríamos a los mejores y nadie, supuestamente a lo otros... No pasa así por lo general, pero lejos de planteárselo, quien en verdad ama, todo eso no le importa. Él sólo busca ser correspondido: Una mirada, una sonrisa, algo/alguien que lo haga sentir especial, aunque no lo sea o esté siquiera cerca... En "El Banquete" Platón habla de "amantes" (quienes aman) y "amados" (depositarios del amor del amante). Para el amante el amado siempre es especial; pero ¿Qué pasa con el amado? ¿Qué siente el amado por quien lo ama? ¿Qué es lo que realmente siente y quiere de su amante?... En tratar de responder esas preguntas literalmente el amante se desvive... Para vivir tranquilo debe ser ciego, perdonar y someterse (¿Qué otra cosa puede hacer?) y principalmente debe ser capaz de arriesgarse a superar el abismo que separa a las personas, sacrificar en parte su individualidad. Pero el amado, inconcientemente cruel, y cuyo poder y dominio sobre quien lo ama es absoluto, no deja de ser imperfecto y, a pesar de lo que su amante cree, vive subsumido en la más completa ignorancia. La pareja perfecta es aquella compuesta por dos amantes, pero la completa igualdad es una excepción rara a la multiplicidad de individuos. Que uno ame más que el otro basta para se convierta en amante. Una pareja formada por dos amados es imposible, el amado es siempre arrogante, y manchado de orgullo sólo amará si siente que el amor que recibe es mayor, es decir si cree ver en el otro la figura de un amante. Los cálculos no son perfectos y se podrá hasta argüir que el amor no tiene medida, y que por lo tanto es aparangonable. Al margen de eso no puede dejar de reconocerse que... si bien no podemos determinar el amor por cantidades, al menos deberíamos poder discernir cuándo existe de cuándo no... pero sabemos que tampoco eso es posible afirmar con certeza. Se puede amar lo que en un momento no se amó y viceversa. El amor es inconstante, y mientras nos devanamos en la duda afirmamos [no] amar. Lo contrario al amor, lejos de ser el odio, es la indiferencia. Para el amante la indiferencia del ser amado es La Desgracia mayor. Para el amado ésta es que el amante no lo reconozca como tal, es decir ser un amante él. Tanto en un caso como en el otro la solución no es simple... todo parece reducirse, o estar relacionado con la tolerancia, la libertad, el altruismo. Estados todos estos, contrarios a los posesivos que el amor nos parece demandar... El amante desea poseer al amado, y el amado al amor del amante, es decir ser [un] amado. Pero menos conciente de su necesidad y su ventaja favorable en la pareja puede darse el cruel lujo de no amar... Desconozco si existe una predisposición biológica a ser "amante" o "amado", aunque probablemente la condición sólo pueda ser determinada en función de la relación amorosa establecida. Es decir que no sería algo pre-establecido y, ni mucho menos, algo fijo. Algunos comienzan amando menos y terminan sufriendo... Terminar implica el sufrimiento para quien en verdad amó, para el amante... Decía Eurípides que no era amante quien no amaba para siempre... Si el amor es perfecto no puede no ser eterno. De su infinitud se desprende que estuvo (está y estará) siempre... ¿y cómo se conjuga un sentimiento semejante en los mortales? Una respuesta posible se encuentra en la diviniad que nos embarga y llamamos "alma". La otra en el relativismo... Los más crueles se aferrarán a un exceptisismo a ultranza y podrán, incluso, hasta llegar a afirmar que el amor no existe. Pero, repito, todas estas cosas no le importan al amor, y toda la ciencia del mundo se reduce a la nada ante la indiferencia del ser amado... En la búsqueda del equilibrio de las pasiones, de la ataraxía o la imperturbabilidad del alma; en la evolución moral, los hombres han inventado infinidad de teorías, fórmulas, pensamientos, en fin excusas, para justificar su estulticia. Somos capaces de contener el poder del átomo de hidrógeno en un pequeño recipiente... de matar a millones, o concientemente matarnos a nosotros mismos, pero... nunca seremos con eficacia capaces de saber realmente lo que el otro siente por uno... mientras tanto "disimulamos"...
"Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor" felices todos ellos porque supieron merecer su destino sin arrogancia ni temor... felices, en definitiva porque, más inteligentes que yo, lo afrontaron y no se entregaron a la inútil autoreflexión...
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