Llovía, y mientras esa torrencial lluvia desatada de golpe caía sobre mí en la parada del colectivo y yo intentaba refugiarme bajo un balcón, llega el bondí. Tras 20 minutos de espera, lo abordo. Saco boleto y diviso un asiento individual vació a escasos metros de la puerta central. A unos 2 metros de donde estaba. El colectivo comienza una veloz marcha bajo la lluvia que dificulta el movimiento dentro del mismo, sujetándome de las manijas de los asientos empiezo la lenta caminata, detenida por las fuerzas aceleratorias, que empujan mi cuerpo en dirección contraria hacia la que avanza. En un instante todo sucede, una frenada de golpe, yo el único en pie trastabillo, pero logro sujetarme, evitando caer al piso, situación que me hubiera puesto en ridículo. Un grito, no de bebe, un grito de mujer, de una chica, todo el pasaje voltea y la observa. La chica se toma la cabeza. Y yo estoy junto a ella, sujetado de su asiento, la miro, me mira, y atino a hacer lo único que se puede hacer en esa situación..... Le devolví el mechón de pelo rojizo que sin querer había tomado prestado de su larga cabellera!
Debo reconocer que el shampoo que usaba era de calidad, puesto que se sentía sedoso, aunque bastante quebradizo, a juzgar por las puntas florecidas.
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