El proceso más o menos es siempre el mismo, comienza dándose casi de forma inocente y; hasta con justificativos, lentamente va aflorando. Nos resulta imposible no verlo como necesario porque a lo largo de la vida uno se hace de muchas personas que; próximas en una etapa, luego se alejan. Y es recién entonces cuando el proceso se pone verdaderamente en marcha: Primero, si las distancias no interceden, recurrimos a la distracción. De la distracción al olvido hay un solo paso. Pero lo que desconocemos es que todo resulta inevitable; comenzamos a descartar a los que vemos con menos frecuencia. Luego empezamos a manejar las frecuencias a fin de poder elegir. Y elegimos dejar de ver a quienes queremos dejar de ver… Descartamos a unos por ser demasiado estúpidos, otros por demasiado inteligentes, unos por sus gustos musicales, otros por su ropa. La excusa nos ampara. Los lugares son ocupados con nueva gente, y ni siquiera necesitamos del tiempo para limpiarnos la conciencia. “Hoy te conozco, mañana no”, “todo da lo mismo, somos jóvenes”. Las nuevas etapas traen nuevos individuos, pero nosotros, más avezados, limitamos la cantidad. Aún así ésta se torna considerable y el proceso se pone en marcha nuevamente. Etapas tras etapas se van sucediendo. La cantidad de individuos decrece considerablemente. El grupo disminuye, se reduce. Uno reemplaza a dos, a tres, y hasta a diez. Y luego son reemplazados por otra cosa: un perro, una computadora, un amigo de internet, etc. El tiempo disminuye, las visitas, los llamados, se tornan cada vez más esporádicos, pero el proceso, irreversible, infatigable, interminable, continua desarrollándose sin la menor dilación. Sólo los más necesarios sobreviven. A los demás se les retira el saludo. Pareciera que todos fueran prescindibles. Y luego nos surge la necesidad de buscar otro justificativo. Algunas explicaciones: “Es conveniente no depender de alguien” o “No se puede confiar en nadie”, etc. Como si todo fuera lo mismo la experiencia, y las noticias nos excusan “Inseguridad igual a soledad”. La búsqueda de la Paz, las letras de las canciones, y hasta los libros de filosofía conspiran. Todo estaba determinado de antemano. Ya no podemos hacer nada. Descartamos al uno o a los dos que quedaban. (¿Qué otra cosa podíamos hacer?) Y finalmente lo conseguimos. Logramos lo que nunca nos habíamos propuesto concientemente, aunque lo deseáramos de manera inconsciente (porque sino de otra forma no podríamos explicarlo). Pero ¿entonces qué? Porque el proceso continua. Y no se consume hasta que se consuma. Y en este punto, en el que ya no queda nadie por descartar, sólo parecen quedar dos opciones. Sólo nos parece quedar una opción. Y muchos terminan por descartarse a sí mismos…
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
|